No es tan fácil saldar sutiles cuentas,
mientras la vida corra locamente
su aventura y se pare de repente,
sin antes desgarrar sus vestimentas.
Porque cuando se olvidan las afrentas
siempre se quedarán palpablemente
andando y revolviendo por la mente,
como pasa con todas las tormentas.
Y es que si media vida se malgasta
pensando en reparar tantos trajines
la otra mitad sería tan fugaz
que ni siquiera malgastando pasta
se lograrán los mismos comodines
para prever la vida sin disfraz.
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