Cuanta paz en tu mañana en esfumino
y cuantas luces encontradas
en el dulce quebrar de tus ventanas.
En ese trepidar de alondras,
de noches y nostalgias que nos dimos
para siempre en la visión azul de tu destino.
Cuanta paz en la penumbra de la noche desolada
y en el viento escondido de tu casa,
en la sombra sin sonrojos de tu instinto
cuando me brindas el néctar de tus labios
y el perfume de tus parques de abandono.
Esa paz fue risueña, nostalgia de tu vida,
en la fiesta fastuosa que hoy quisiera,
en la sombra profunda y germinada
de la sangre más difusa de una herida.
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