Tan poco, de verdad, necesitaba
para que yo saltara de contento
que de muchacho disfrutar del viento
cualquier tristeza, sola se borraba.
Porque tanta alegría me empujaba
al instante a saltar de mi aposento,
porque no pareciera nunca lento
si a jugar a los bolos se trataba.
Otros valores no tendrá la vida
que la parca tal vez jamás se lleve,
quién me lo negaría, al otro mundo,
pues no habrá de momento quien impida
que a los niños sus ánimos eleve
quien sabe, del abismo más profundo.
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