Seguro espectador de mi existencia,
a dejarla escapar no me resigno
sin disfrutar de un tiempo más benigno
que decir se pudiese hoy a conciencia.
Porque no se transforme en penitencia
y delante de Dios me vea indigno,
llevado por cualquier sermón maligno,
sólo a mi voluntad pido clemencia.
Pues las ideas calman huracanes
al derribar los muros maliciosos
que se fomentan hoy con intereses,
y no siempre con buenos ademanes
por culpa de malévolos tramposos
al extraer carbón de los reveses.
|