Al otoño se acerca ya mi vida
a su límite sabio y permanente
del cual ya no se sale muy consciente
porque existir no existe otra salida.
La respuesta resulta dolorida,
amigo, presentada de repente,
pues o muy despistada está la mente,
por qué no, o a disgustos bien curtida.
A la experiencia siempre me remito
que la fiesta no está para fogatas
tal como nos presentan el futuro,
cuando tienes delante el finiquito
a medio desvestir en alpargatas
sin que nos den por el reloj un duro.
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