Yo sé cantarle a la alegría
si en el tumbo de mis nubes voy a hundirme
y sé decirle al alma mía
las notas de la risa que tenía.
Yo sé, serenamente,
poner al ángel de la vida en los caudales
de aquel materno vientre
dedicado a zurcir los mantos generales.
Y sé también en cada sueño
volar altivamente y con ventura
y ser entonces dueño
de mi risa, mi estupor y mi figura.
Y sé reír ante el dolor creciente
del bosque plagado de inclemencias,
beber en limpia fuente
del árbol más frondoso… omnipotente.
Yo sé pulir los anatemas
con respuestas dulces, con bondades
esculpir tal vez muchos teoremas
con martillo y cincel de antiguas soledades.
|