Siempre nos acechaban mil temores
en llegando la sombra de la muerte,
y hasta presagio de la mala suerte
podría ser no hacerle sus honores.
Pues si acaso rondaban los temores,
optimista sería quien no acierte,
al ver que una careta tan inerte
no tendría que ver con los amores.
Así se fue labrando mi camino
para los restos de mi casta vida,
llenándola de fuertes inquietudes,
como si acaso fuera su destino,
no sólo triste a ratos y aburrida
si no también ajena a sus virtudes.
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