Si pongo de cartón la cruel sonrisa,
bien pegada al tapiz de mi careta,
más vale que me ajuste la chaveta
y al corazón le quite la camisa.
Pues la conciencia todo lo requisa,
y por supuesto a nadie más respeta,
si no se ve de frente alguna meta
que le mantenga a salvo en su cornisa.
Y que conste que cuesta ser honesto
si el ambiente se muestra ya molesto
a quien siempre los costes le sufragan,
que de una pieza sin razón se tragan,
si acaso no le queda más excusa
que agarrarse a los versos de su musa.
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