I
Cuando es la vida la que el bien reclama
en los portales del destino incierto,
cuando es el alma la que el bien difunde
en el lejano y ardoroso puerto,
cuando es la vida que su hiel confunde
con el mar salobre de piadosa calma;
el mar, portales y ardoroso puerto
serán el trigo que mi fe reclama.
II
Huele Tuxtla a inquietos resplandores,
a enhiestos flamboyanes
y en sus montañas donde crecen flores
llega el aroma de sus ricos panes.
III
Me entristece la llaga de un niño en la frente,
una mano extendida solicitando un pan
y la mirada esquiva de una mujer ofendida.
IV
Regálame ¡oh! águila altiva
la cumbre de tus altos vuelos,
de tu ala la pluma sensitiva
de tu alma... inmarcesibles cielos.
Dadme tu altivez soñada
en himnos, en cadenas rotas,
en tu esplendidez alada.
en tus arpegios y en tus notas.
Quiero emprender el vuelo
desafiante a remotas tierras,
hollar el enemigo suelo
y navegar en las turgentes sierras
para estar como tú, en la bandera,
mirando el anhelado cielo.
V
¿Viste una estrella apagada
en tu grisáceo horizonte
y en lo lejano del monte
el vuelo de una parvada?
Procura surja en la nada
un destello de matices
con luces de tonos varios,
los cantos de los cenzontles
y alegremente los montes
con sus trinos de canarios.
VI
Sí, viví la emoción de las palabras,
Y el suave vaivén en el destiempo
en los brazos de mi madre amada
cuando de niño acarició mi frente
y me regaló la luz de su mirada.
Viví los limpios timbres del ensueño
en la voz de mi padre, compañero
y evidente director de mi destino
con mano dúctil y con firme acento,
creador sutil del movimiento
en mi deseo por despegar del suelo.
Y tuve el diapasón del pensamiento
en las vocingleras horas de la escuela
en los juegos de mi cien amigos
en las manos de maestros y testigos
y con el alma enmudecida de mi aliento.
Surqué las horas grises de las sienes
de mis cuatro abuelos
y brincando en sus mullidas camas
de ellos escuché buenos consejos.
En mi primera juventud, las novias
me obsequiaron el alba de sus luces.
Y ya en el umbral del matrimonio
la palabra que todo lo resuelve
se convirtió en arrullo
y en cielo volandero de gaviotas
y en una amiga y consejera buena.
Luego vinieron con sus voces niñas
cuatro vástagos,
mis directores y mis amigos fieles
que hacen de mi vida un paraíso
de gratificantes y sabrosas mieles
que llenaron mis estancias y mis patios
de balbuceos infantiles con mis nietos
y con trinos lisonjeros y sus notas.
VII
De ilusiones vivimos los poetas
en este mundo de ilusiones vanas,
pues nos parecen príncipes las ranas
y damas honorables las princesas.
Llamados a perdernos en la nada
de las letras modernas y arabescas,
hoy los poetas con figuras frescas
tenemos la palabra por espada.
Mientras nazca en el mundo un poeta
oiremos en el cielo el aleluya
del coro celestial, por vida tuya,
con voces portentosas de profeta.
|