Frente a las olas que la mar desata
sin duda huelga toda fantasía,
y como bien lo sabe ese alma mía,
a menudo sus órdenes no acata.
Pues es muy fácil el meter la pata,
si es que estás navegando día a día,
que no fuera ninguna tontería
pensar que la imprudencia también mata.
Y no está la marea para juegos
que permitan dormir a pata suelta
viendo que sus corrientes no reposan,
aunque a veces acudan los apegos
temiéndose una rápida revuelta
de los fondos marinos cuando acosan.
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