Mundo y canto tenía en las madrugadas
la fiesta juvenil
del íntimo paisaje de mi pueblo
tan lleno de emociones
y en horas consagradas
fundiánse las almas y el ensueño.
Y el mundo que rodaba cuesta abajo
en las calles alegres, peregrinas
de luces y tejados
reveló las miradas impacientes
de castos corazones
en todas las esquinas
que van y vienen
y voces polvorientas
que suelen transitar en esta vida.
Y fue el canto también la voz primera
de un ave a la distancia
que engalana el aire
y el santo sortilegio de un poema
el reposado aroma de las rosas
que huelen a teorema
y cubren cual bellas mariposas
las manos de mi amada, tan supremas.
Mundo y canto tenían las pulcras damas
de crinolina incierta
y mística realeza
y en la plaza rumbosos flamboyanes,
en relieve un mapa,
en el aire el aroma de los panes
y con gritos singulares
vendedoras de quesos y tamales.
Jamás olvidaré el mundo y canto
del pueblo que percibo
aun incorruptible,
rinconcito otrora casi santo
del reposo de esencias y contrastes
donde pudo florecer
mi joven corazón… en el encanto.
|