A casi nadie muestro mis heridas
por temor a tocar en puerta ajena,
donde no valga compartir la pena
ni abrir pudiera lógicas salidas.
Quizás mis musas sean aburridas
y escaparse no logren de la arena,
bajo la cual reprimen su condena
hasta que puedan desatar las bridas.
Pues tampoco me sobran argumentos
para lograr sentirme trascendente
en medio de mi propia podredumbre,
pues harto estoy de que me cuenten cuentos
de forma interesada e imprudente
bajo los resplandores de las lumbre.-
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