El hombre no percibe su fracaso
cuando la soledad se le presenta,
y aunque su mente esté muy descontenta
al final no le hará ni el menor caso,
hasta que el tiempo muestre paso a paso
el tremendo dolor de la tormenta,
al toparse de bruces con la afrenta
y se vea durmiendo solo al raso.
Si provoca a propósito sus cuitas
y se pasa gritando a los demonios,
fácil resultará que no se entere,
porque siendo sus faltas infinitas
serían excelentes testimonios
para que nunca nadie más le espere.
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