Duro es reconocer que la miseria,
padecida en los años de niñez,
conserva su adicción con nitidez
dejando su señal en la materia.
Y quien se vuelva loco de la histeria
considerando ser su propio juez,
que recoja sus trastos de una vez
y trate de venderlos en la feria.
Porque siendo profundas las heridas
muy difícil resulta abandonarlas
teniendo claro que no existe cura,
pues las carencias son mal recibidas
si quien debiera siempre eliminarlas
en sus manos retiene la factura.
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