Quisiera siempre olvidar
las afrentas recibidas,
las lozas que carga el tiempo
y los tumbos de la vida.
Olvidar el gris del cielo,
los deslices y porfías,
el ultraje de las sombras
y también las agonías.
Quisiera siempre olvidar
sin perder la simetría
de las quejas de un amigo
que se añejan en el día.
Olvidar serenamente
las congojas y la inquina,
al mendrugo de los odios
y a las sucias monarquías.
Y así de tanto olvidar
será mi ensueño la vida,
las delicias de la tarde
sin temor, sin avaricia.
Brillará resplandeciente
una paz limpia y divina,
el oriente de mis mares
y el placer de la hidalguía.
|