Cuando me miras, grogui tú me dejas
y si encima me halagas, me desmayo,
cosa que si pudiera yo me callo
hasta lograr desmerecer mis quejas.
Sé que mis mañas te parecen viejas,
e incluso que me paso de la raya,
pero tenue resulta tu batalla
cuando me arrugas tus pobladas cejas.
Pues de sobra conozco tus miradas
cargadas sin razón de interrogantes
al punto que me miras de reojos,
tanto que siento yo que son patadas,
-tan típicas quizás de los amantes-
las que me dejan los mofletes rojos.
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