Vientre y vida tenía el vergel sombrío
del parto prodigioso de la noche
y en esa soledad
del paso patriarcal y misterioso,
el lago iluminó con su derroche
el sino de la tundra tan umbrío.
El vientre virginal en su regazo
como doncella verde
ayer bañó la selva
y en su espacioso abrazo
fue tela que a lo lejos ya se pierde
y marco de los trazos de un cedazo.
Y fue la vida, ángel y demonio
de graves maleficios y pesquisas,
el tren de la partida,
sitial, o bien principio e itinerario
de quimeras ardientes y sumisas
y la puerta de entrada y de salida.
Vientre y vida tenía aquel concierto
de los llantos, palmadas y las prisas
y en la verdad ardiente
del acoso del parto prodigioso
brotaron en mi huerto
las notas sentenciosas de tus risas.
De tus risas jugosas como frutas
que inundan mis espacios desolados,
del signo de tu mano,
del soplo bendecido y transparente
de tu corpiño
que brilla tembloroso en la penumbra.
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