SONETO BLANCO.-
Ni en los momentos de mayor euforia
dejaré de sentir mis pies endebles,
gracias al desarraigo tan perfecto
gestionado con fe desde la infancia.
Pues siendo reprimido a latigazos
extraño no parece el veredicto,
que seguirá conmigo hasta la tumba
al no poder librarme de su acoso.
Será que con estúpidas promesas
la austeridad detesta a la pericia
de quien a golpes labra su futuro,
al jugarse el pellejo que le libre
de morir sin amigos y con hambre
tieso de frío y lejos de la lumbre.
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