No seré yo quien sepa poner precio
sobre nuestras palabras inocentes,
que me maten los cielos complacientes
si acaso me corroe tu desprecio.
Y por si fuera poco tanto aprecio,
no consigo quimeras suficientes,
que los sentidos lean en sus mentes
el dejarme tirado como un necio.
Ojalá que el deseo se desprenda
de mi clara y genuina voz de afecto,
llenando el corazón con ese orgullo
que te consideró tan alta prenda,
y asumiendo los gajes del proyecto
no merezca siquiera ni un arrullo
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