Ronda y noche tenía la faz suprema
y entusiasta
de mi tiempo zurcido de alegrías
de un campo exuberante
donde a golpe de risas y porfías
surgió mi broche
y andando proyectó muchos teoremas.
Eran tiempos sin sombras,
entusiastas,
de una espera nacida a la fragancia
y de un cielo de estrellas y sus combas
del patio del deseo
y de dinteles que esconde la distancia.
Ronda y noche tenía mi escarceo
feliz, edificante
en el potro impactante del deseo.
Las formas de mujeres
su imagen en mi mente proyectaba
en cada frenesí de madrugada.
Eran tiempos sin cruces,
sin palabras
y a veces sin el sol de una mirada
y de aquella quietud tal vez compacta
de calles bien ocultas
sin puertas y sin luces
bosquejé de mis labios dulces frutas.
Ronda y noche tenía el fiel flirteo
cantado en los oídos
de la edad temprana, emocionada…
y en ese mitigar de mi destino
las damas surgieron como rosas
en suave y cadencioso devaneo.
Y en esa esencia de mirar de golpe,
de aventurar el alma
y de avanzar de noche
filtráronse las hadas en mi almohada
y fueron manejando mis neuronas
con urgente vehemencia campirana
con purpúrea pasión y con derroche.
De presencia por todos ignorada
como canto en pena
nació mi juventud como ninguna
y sin dolor torcí cien mil esquinas,
llegó la madurez como alborada
rumiando su placer junto a la luna.
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