Ni cuando tu mirada se enternece
agradarle podría a mi semblante,
que la dicha se extingue en un instante
y disfrutar a medias se le ofrece.
Porque si la razón no me estremece,
aunque tu anhelo nada desencante,
nunca conseguiré ser comediante
cuando tanta tristeza permanece.
Y es que aunque me tapone los oídos
perfumando mis brazos de jazmín,
la mesura del mundo será poca
si quisiera evitar los alaridos
y agasajar la flor en mi jardín,
cuando gritar tu nombre me trastoca.
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