Hoy quisiera tocar con mis narices
los tesoros de aquella juventud,
no lo dudo carentes de virtud
y también de momento, de raíces.
Porque dejar podrían cicatrices
y separar del mundo la salud
que ya sin demasiada gratitud
los años no me deja ver felices.
Y es que a veces los éxitos aplaudo
cuando pronto la euforia se me olvida,
mientras me trago a solas el orgullo
al poner mis caprichos a recaudo,
donde reposen siempre de por vida
sin disfrutar ya de ningún arrullo.
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