Feliz me siento mientras satisfago
mis cuantiosas y burdas ambiciones,
porque nuca me faltan mil razones
para salir de semejante trago.
Muchas veces no sé si adrede lo hago
que intento rechazar las pretensiones,
tratando de escapar de los marrones
por merecer así cualquier halago.
No es un regalo con perdón del cielo
sentirse impresionado por violencia
si no se logran grandes beneficios,
cuando igual se te cae todo el pelo
al querer comprobar la diferencia
de una existencia libre de prejuicios.
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