Porque sobrevivir a cualquier precio
diría yo no vale aquí la pena,
y menos que nos paguen una cena,
quien sabe, si repleta de desprecio.
Igual invita un despreciable necio,
que exhibiendo su estúpida melena
sólo busque llevarnos a la trena
donde le tienen dice mucho aprecio.
Puede que hasta las piedras tengan ojos
queriendo vigilar también los pasos
al recorrer huyendo por el monte,
por donde ni los músculos más flojos
tienen, dicen, en cuenta los fracasos,
a no ser que con sorna los afronte.
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