Quien no se compromete, tal vez guarda
bien escondido un as en su bolsillo,
como hiciera sin duda aquel chiquillo
ansioso por medrar detrás su albarda.
Y más siendo su pómulo el que arda
quemando la cosecha de tomillo,
que sabor proporciona a su castillo
donde la diversión siempre le aguarda.
Será que mientras mira a los celajes
la miseria del prójimo no existe,
ni creo que jamás corte el aliento
de quien siendo atendido por sus pajes
se la juegue a propósito del despiste,
sin que medie ningún impedimento.
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