Y aún estando a solas me pregunto
si la pasión se queda sin latidos,
por qué no se resienten los sentidos
tomando buena nota del asunto.
Que si me escuecen dentro hasta tal punto
los favores que tengo intervenidos,
ya podrían buscarme buenos ruidos
que tapen el amor en su conjunto.
Quizás así funcione sin dolor
el trueque entre lo humano y lo divino
desde el bendito instante que nacemos,
salvo que un consomé de buen sopor
le diese al cuerpo un alegrón supino
al maniobrar sus brazos como remos.
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