Viendo la desnudez de su equipaje
al pasar cabizbajo por la aduana,
mi mente se quedó con la fulana
al ver que era maestra del chantaje.
Y muy fácil será que nada encaje
si engorda de la noche a la mañana,
quién sabe, de manera poco sana
que sospeche el guardián del embalaje.
Que tanto amar me asusta y me confunde
oyendo el sofocón de los latidos
si controlar no logro tal ceguera.
Quien sabe si los plomos va y me funde
al tenerlos en salsa derretidos
en la oscura cutrez de la guantera.-
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