Soneto.-
De mis jefes por dios, no necesito,
de su cruel y malévola sonrisa
colgando mi expediente en la repisa,
cuando de veras les importa un pito.
Seguro que a ninguno les permito
que algún día me paguen una misa,
manipulando hoy cualquier divisa
y ante la cual me consideren frito.
No podré agradecido recordarles
sufriendo singular comportamiento
que de sus malas tretas se desprende,
porque más cerca estoy de repudiarles
que de justificar su tratamiento
cuando mi juicio a solas se defiende.
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