Plata y sombra tenía la fe primera
del árbol más frondoso de mi vida
y en cada primavera
creciéronle remotas
las marcas de mis pasos
las señas que tenía
y el nido espiritual de mis heridas.
Y en esa fe primera… apetecida
del tiempo sin salida,
en esa soledad de mi pasado
sin huecos, sin quimeras
ni temerosas…negras etiquetas
pasearon a través de mi retina
las nenas quinceañeras, su hermosura.
Eran tiempos de lindos arreboles
en las calles cuajadas de vehemencia,
y por parecer decente
ante una linda dama
con el sol de frente
arrebaté al viento su elocuencia
en la espesura de cualquier diorama.
Plata y sombra tenía la fe suprema
del trino majestuoso de clarines,
el rapto de la Patria,
volando los sombreros
y el canto de gloriosos paladines
que llevan su bandera
gritando su valor y su dilema.
Plata y sombra tenía la Patria mía
en todos sus confines
y si lloraba airosa sus pobrezas
debió surcar los mares
el oro de sus cuevas
a nombre de banderas extranjeras
y de extrañas y antiguas canonjías.
Los caballeros tigres
empuñaron las mazas de obsidiana
y dejaron morir tanta realeza.
La sombra se derrama
en aquel árbol de La Noche Triste
y la vida moderna se degrada
en nuevas nimiedades
en un vehemente y tenebroso drama.
No tiene mi poema partituras
de aires de Ramón López Velarde
ni el salto marginal de la tristeza
de flautas diamantinas
y aguas tempestuosas
que apagan las fogatas con donaire.
Hoy, aspiro a rendir con estas letras
los sonrojos de vírgenes sumisas,
las horas del Potala
y los cien mil enigmas misteriosos,
del Gólgota sus prisas,
los besos hechiceros
y los goznes de puertas celestiales.
Sacudiré las nuevas simetrías
de las clases obreras
y también democracias volanderas
de turbios oropeles
que esconden petulantes
los autores de negras cofradías.
El Papa nos visita noche y día
en copiosa ablución tan mexicana.
¡Cuánta plata y cuanta sombra, digo yo..!
tiene mi Patria. Y en esta soledad ingrata
de un tiempo transparente
hoy sembré mis urgencias aturdidas
en las presencias en guerra de mi raza
y en pompas singulares
le doy a mi mesura
en idas y venidas
la luz, la plata y sombra sin premura...
del llanto proverbial de esta mi casa.
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