Soneto.-
¿Cómo es que a mi cabeza empecinada
le pudiese sobrar tanta cordura,
cuando mi alma debió forjarse dura
sin escuchar al cuerpo, desbordada?
No voy a traicionar su tez cansada,
ni puedo reprocharle mi locura
en estas circunstancias de ternura
cuando el todo aparenta ya la nada.
Hoy mi boca se llena de mensajes
bastante mudos pero tan sensibles,
que en vez de dibujarle tiernas flores
permanece mirando los celajes,
soñando esos amores imposibles
que le recuerden vidas anteriores.
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