Soneto.-
Y son los que ya sufren las pedradas
los mismos a quien nadie les escucha,
porque sumisos van con su capucha
tratando se salvar las alambradas.
Cierto que a veces corren en manadas
persiguiendo con hambre cualquier trucha,
pero nada se consigue si la lucha
evita recibir muchas patadas.
Será quizás la maldición del pobre
la que a conciencia siempre más se aplique
según de donde vengan hoy los vientos,
pues mala suerte sufre quien no cobre
un sueldo y al final se sacrifique
al reprimir sin fe sus sentimientos.
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