Hambre y crisis tenía mi pueblo airado
en el medio de la noche
y cual toro degollado
dejó correr su sangre en los caminos
y en los vientos sepulcrales
del presente y del pasado.
Y cuanta soledad y fe marchita
en todos sus temores,
desde abajo los tristes desenfrenos
y en la choza humilde
el idilio proletario sin corbata
y absoluto desconcierto.
Hambre y crisis tenía sin abalorio
el paraje campesino
en la suerte fulminante.
La solapa de los ricos
oropeles y diamantes
y en Los Pinos el jolgorio
de mi patria sin destino.
Cuanta soledad y fe marchita,
para algunos fama y suerte…
y para otros, cada día,
tempestad y muerte.
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