La soledad es un trozo de barro
habitando debajo de un puente.
En un tiempo que no me reconoce,
mis pasos se tornan trémulos bajo el peso
de los crepúsculos arrogantes,
que marcan tarde a tarde
un destino sin tregua.
Entonces, en medio de la nada,
del silencio y la ausencia,
me invento la tranquilidad,
la piel que sabe a tactos,
los ojos anochecidos
y vuelvo irremediablemente,
con una estrella por farol,
sobre la tierra de pasos cortos
de la que fui, parida.
Migdalia B. Mansilla R.
Octubre 08 de 2010
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