Senda y crisis tenía mi fe profana
opuesta al tiempo
de joven que camina en las montañas
y en ese devenir de mis tristezas
deshojé margaritas en la escuela
y fue la pena mi sagrado templo.
Y si vi la caída de las hojas
en tardes placenteras y doradas,
corté la flor temprana
de esos días tan suaves, peregrinos,
de cantos vocingleros
y rústica ilusión de mi camino.
Y senda y crisis tenía también cada alborada,
la noche oscura del penar tan mío
y el cerro y la llanura,
la fuente del jardín, mi compostura,
los vientos del invierno y por supuesto
las tejas del vetusto caserío.
Era mi crisis la fuente de mi senda
como encendida llama,
de vida austera, tal vez despostillada
y siempre compañera;
de maestros muy locuaces en la vida
de aquella era;
de un café con pan en mi merienda.
Y viví feliz en aquellas crisis
al recorrer mi senda con hartazgo
y quiero caminarla nuevamente
y ser testigo del correr del tiempo
y convivir también con mi letargo.
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