By, dos mil dieciséis,
que contigo se vayan los ladrones
ávidos en buscar por los rincones,
hasta que Dios lo quiera por dos mil veintiséis.
Pues ni siquiera un juez está capacitado
hoy para que se aplique la justicia
y que de ejemplo sirva la noticia
a cualquier despistado.
Que el dos mil diecisiete un gran deseo
unifique los versos de todos los poetas
adornando con glosas sus venturas,
alejados sin duda de cualquier ajetreo
en el que se manejen escopetas
dispuestas todas ellas a engrosar dictaduras.
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