Yo pude caminar en la espesura
sin el norte sagrado de una estrella
y tuve la lisura
de una blanca mariposa siempre bella,
la sombra sentenciosa
de un árbol con su fronda y su hermosura.
En el bosque de flores invisibles
tejí mis soledades
entre rosas, claveles y jazmines
y en ese palpitar de mil colores
lleváronme a mi cielo
entre volutas los albos serafines.
Tal vez, fueron los montes mis testigos
del paso espiritual de mil pasiones,
sin notas hemisféricas de celo
y al filo de las horas
con hadas, benjamines, sin desdoro
y mi suave desvelo de emociones.
Hoy, se apagan mis mieles luminosas
sin reclamos, sin noches pervertidas
y puedo caminar sin ataduras,
sin miedo, sin espanto
y en esta mi comarca venturosa
ofrendo el corazón ya sin fatigas.
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