Soneto.-
Ratas de callejón nos consideran,
quizás porque pensamos diferente,
y no por coincidir en la pendiente
donde con sus matones nos esperan.
Tercos parecen si jamás se enteran,
cuando hiriendo de forma permanente
nos observan con ojos de serpiente,
tal que los dueños del chiquero fueran.
Así que las movidas les disgustan
por lo que repercutan a lo lejos,
donde sin demagogia les critican,
tanto que si la peña habla se asustan
aunque jamás arriesguen sus pellejos
aunque al pesebre juntos van y pican.
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