Atrás queda el recuerdo
inútil y el saber, cuando tus lágrimas
eran de interesada despedida,
o sentían el brillo desconfiado del rayo.
Cuando despavorido borró todas sus huellas
y de forma tan poco comprensible
si no fuera un asunto del capricho
que el ego descontrola.
Quizás mi corazón no se merece
de forma continuada semejante disgusto
arrastrándose siempre por el lodo,
mendigando el cariño fácil desde la cuna
empujado a remolque de unos padres
cuyos moldes austeros no debo repetir.
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