Sutil, como un campo de dilemas
fue tu honor en mi portal maduro,
cuando rendiste en el sitial más puro
la plaza de tus quejas y tus penas.
Así surgiste, almibaradamente,
para entibiar el acíbar de mis labios
con besos santos, sin resabios,
para endulzar mis ojos y mi frente.
Y en ese transitar, acompasadamente,
de tus risas, de tus horas, de tus besos,
puse a tus pies mis flores, los cerezos,
regados hoy por tu ambarina fuente.
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