Soneto.-
De nuevo me remojo en el profundo
barullo de las vueltas y caídas,
como si el sino amargo de mis vidas
constantemente fuera un no rotundo.
Pues tanto verme solo por el mundo
saltando y sin llevar paracaídas,
no sólo me condena las salidas
sino que ahí me deja moribundo.
Al final torno al árido desierto
por el que no sin débitos me arrastro
levantándome a trancas y barrancas,
sin encontrar ese fecundo huerto
del cual apenas queda ya ni rastro
en el reflejo de las sombras blancas.
|