Soneto Cautivo.-
Cuando el sabio señala
la luna, el tonto mira justo el dedo,
que sin poder salirse del enredo
a su guarida siempre tan tranquilo recala.
Y al instante, soñando con el pico y la pala,
por patas sale en busca de su credo,
sin poder ocultar su inútil miedo
al ver una bengala.
Por eso yo del fuego me escondía
de niño, viendo al diablo vestido de persona
el que se aparecía de repente,
incluso cuando al raso a solas me dormía,
creyendo haber ganado una corona
por chico interesante y muy inteligente.
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