Mientras se va la vida el sueño avanza
y también se reduce la pasión,
como si listo Dios de sopetón
nos retirase sin perdón la pujanza.
Quizás inspire mucha desconfianza
mientras se toma alguna decisión,
porque en poniendo en marcha la razón
se rompe todo tipo de esperanza.
Y es que a base de sangre y mucho palo
se nos congela mogollón la vista
forzando a ver el mundo en la distancia,
porque nunca se espera un buen regalo
y mucho menos ser protagonista
que contenga una estrecha relevancia.
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