Yo pude paladear de cien mujeres
la espiga tenebrosa de la vida
y en ocasiones perdiendo la partida
surcar con valentía
la nota del dolor y los placeres.
Yo pude saborear a media noche
los tiempos más floridos de la vida
y en esa soledad reconvertida
de ríspida semilla
cerré las puertas con místico derroche.
Saborear el tiempo requiere audacia
y darle ritmo al tiempo
es asunto que endulza los sentidos,
abrir la brecha unida a los caminos
es negocio de nueva quiromancia.
Yo pude paladear amores castos
la fibra deleitosa de mis hijos,
amigos buenos, encantadores, fijos
y en ciertas ferias
al Rey de Copas y a la mujer de bastos.
Y yo pude bien al tiempo calibrarlo
con la urdimbre de mis años idos,
y mis momentos de pronto mal surgidos
cortar de tajo
y al mal sino de pronto sepultarlo.
Yo pude paladear cien mil historias
de personas venidas de muy lejos
las sonrisas de lindos entrecejos
y beber también
el agua más sutil de aquellas norias.
|