Soneto.-
Si la vida me niega su alegría
que la risa no falte en mi morada,
aunque me duela como puñalada
sentir la soledad de la agonía.
Que no se quiebre nunca la armonía
cual lágrima de amor desesperada,
llenando de prejuicios la mirada
y de odio el corazón por cobardía.
Que tanto amor termine, dios, en lío
demandando justicia ante los jueces
hoy es la más terrible de las penas,
pues de ningún letrado aquí me fío
que por euros trabaja muchas veces
convirtiendo en infierno las condenas.
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