Aquel amanecer caliente y luminoso
afectó a todos mis sentidos adormecidos
y la sal aromática extraída de la brisa
recuperó mi respiración trabajosa y lenta.
Los mejores recuerdos surgieron como aves
que emergieran desde los horizontes del sur.
No era primavera pero la sensación fue la misma
cuando evoqué las pequeñas aventuras de la niñez.
Cuando todo estaba ensombrecido y frío, volvió.
Regresó el flujo coordinado de la vida a mi cuerpo,
resucitaron los sabores y perfumes del deseo,
hasta salté del cansado sillón hacia la luz del balcón.
Escuché el trino de un mirlo entre sus ecos orquestales,
miré al sol anaranjado entre oscuras trazas nubosas,
las de la noche fría y quejumbrosa que sufriendo pasé.
Vi el cielo como un gran cartel azul de futuro.
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