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Horas eternas

Horas y minutos tenía la sombra
del tiempo tan difuso de mis días
de mi querido Tuxtla
y en ese transitar
del ensayo de algunas alegrías
rendí homenaje
al paso de sabrosas amarguras
y por supuesto también
a las damas de espíritu y linaje.

Eran tiempos de fiestas y revueltas
en corazones juveniles, ciertos
como moneda de oro
y entregados al grande beneficio
de la ilusión presente
pues eran juegos del candor propicio
de gran decoro
sin poses ni fragor concupiscente.

Eran tiempos de amor desesperado
a la mitad del parque
donde se encienden las luces sin decoro
y marcha el pensamiento
al precipicio del terror silente.

Llovía en mi pueblo…
eran las precipitadas aguas del diluvio
y la gente chapoteaba en las aceras
al inundarse la ciudad oscura y desolada
con su corriente.
Y el Chichonal tronaba
como volcán precipitado cual Vesubio
en la planicie de mi noche amarga
y cubría de ceniza mi alma vaga.

Horas eternas
de la lluvia de cenizas
de mis nubladas y desesperadas sombras
donde la muerte tal vez se asoma
en la desolación impertinente
en el cauce sombrío de mis oscuras noches,
donde las horas, de nuevo se oscurecen
de desesperanza quebrada en tempestades
y aguas que mojan mi lamento.


II


Horas y minutos tenía la sombra
del tiempo tan difuso de mis días
de mi querido Tuxtla
y en ese transitar
del ensayo de algunas alegrías
rendí homenaje
al paso de sabrosas amarguras
y por supuesto también
a las damas de espíritu y linaje.

Eran tiempos de fiestas y revueltas
en corazones juveniles, ciertos
como moneda de oro
y entregados al grande beneficio
de la ilusión presente
pues eran juegos del candor propicio
de gran decoro
sin poses ni fragor concupiscente.

Eran tiempos de amor imaginado
a la mitad del parque
donde se encienden las luces del decoro
y marcha el pensamiento
al precipicio del terror silente.
Llovía en mi pueblo…
eran las precipitadas aguas del diluvio
al inundar la ciudad oscura y desolada
con su corriente
y el Chichonal tronaba
y el volcán precipitado cual Vesubio
en la planicie de mi noche amarga…
cubría de cenizas mi alma vaga.

Horas eternas
para vivir el convite de la cosas nuevas
en el código arbitrario del amor más santo
de mis nubladas y desesperadas sombras
donde la parca tal vez se asoma
en el cauce sombrío de mis oscuras horas.

Era el torrente pre nupcial de esos corazones
que van a la deriva unos de bajada
y otros hacia arriba pero en un tropel
de mucha juventud y graves ilusiones.








Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 05-03-2019
Última modificación: 05-10-2019


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