Sí, hoy puedo cantarle a la tristeza
con una voz sonora
las cosas más floridas de mis tiempos
regar de madrugada mis jardines
y ser en cada hora
un hombre sigiloso y justiciero.
Sentir la oscuridad y el alma desterrada
al cruzar las presencias delicadas
o las más pobladas vertientes siderales…
surgir sin desenfado
y estar en la hondonada
de campos amarillos y otoñales.
Sí, hoy puedo cantar sin pesadumbre
y en voz primera
a las altas arboledas de mi huerto…
ser en primavera
la flor crepuscular de un desierto.
No despertarme
si duermo con honor y con templanza
y no estar ausente
ante el dolor escindido de mi raza.
No he de cantar jamás
a la pálida voz de un juramento
ni a las sombra perdida en lontananza.
Podré sentir también con gran firmeza
los himnos venturosos del Potala,
las voces del olvido… las templanzas
que guarda el deshonor adormecido
y ser así el caballero andante
que camina hoy con ardor y con decoro
sintiendo el corazón tal vez herido.
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