SONETO.-
Y yo sentí el amor poner la cara
toda lleno de súbitos antojos,
allí donde el carmín tapó mis ojos
y donde la pasión sutil se ampara.
Y esperé que mi mente se colmara
de sanos argumentos y sonrojos,
sin perseguir los cielos entre abrojos
para poder gozar que alguien me amara.
Y fue necesidad o bien locura,
ejerciendo a la fuerza de testigo
quien no previó de dónde me salía
la pujanza con toda su dulzura,
buscando sin aliento un buen abrigo
allá donde hasta el juicio perdería.
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