Morir es como levantar el vuelo
a zonas arboladas en el cielo
dejando a la familia a la distancia
y gozando la luz del firmamento.
Sentir las vibraciones de los huesos
y la mano de Dios y el esqueleto
mejillas, piernas y los brazos tiesos
y el punto terminal de estar muy quieto.
Morir es guarecer el pensamiento
en la sangre sutil y derramada,
en nuestros hijos, nietos, en la amada,
en la nota fugaz de nuestro aliento.
Sentir de un nuevo soplo la alborada
de renacer en Dios, el sedimento,
estar tal vez en todo y en la nada
pero jamás de amor estar sediento.
II
Morir, es salir del cuerpo
con el permiso de Dios, en agonía,
dejar la historia de la vida
en la ovalada Tierra, en la tristeza
y dar el salto mortal en sintonía
hacia esferas lejanas, siderales.
Morir, es abrir la niebla de otra vida
en misterios, letargos, sus caudales
de la alquimia infinita de los sueños.
Morir, es cerrar la historia
de un pasado de esfumino en los vitrales
y esconder el cuerpo
en una caja de madera entre las velas,
los ojos, el perfil, la cabellera
también el esqueleto
y la historia de todo lo que fuera.
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