Coser con hilo sedoso
telas venidas de oriente
herir el dedo caliente
es siempre tal vez su destino
del triste taller
de esta mujer indulgente.
Hilvana las telas preciosas
a veces a mano mirando con lentes
la aguja que pincha vestidos
teñidos en fuentes carentes de aroma
y en mil ocasiones sujeta botones
de nácar que brillan cual soles
o hebillas nupciales cual blanca paloma.
La máquina Singer trastorna su oído
y sigue el chasquido de un hilo que corre
travieso, con fuerte latido.
Chaquiras, ojales y mil lentejuelas,
bordados con rosas, mujeres hermosas
que piden vestidos sin bolsas y ciertas
piruetas al taller de la costurerita,
pues siendo tan gordas, exigen su ropa
para verse muy guapas y siempre esbeltas.
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